Los altos y bajos de emprender

Después de seis años puedo decir con conocimiento de causa que emprender no es fácil, no es para cualquiera y no siempre es color de rosa, sin embargo, llevo este tiempo construyendo a pulso un sueño, pero sobre todo un propósito de vida. Hoy quiero contarte el detrás de cámaras de este proyecto maravilloso que vio tambalearse a comienzo de este año gracias a la pandemia.

Para los que no me conocen soy Diana Sánchez, fundadora de La Milagrosa Design, un emprendimiento que nació en 2016 después de un proceso de sanación y reconexión con la fe a partir de un accidente muy grave que tuve en el 2010 donde perdí todos los dedos de la mano derecha. Ese accidente, que sacudió toda mi vida, hizo un clic dentro de mí y me llevó a buscar por todos los medios esa tan nombrada espiritualidad.

La idea de vender vírgenes llegó de repente y en respuesta a una necesidad que tuve en su momento: yo quería una virgen única, diferente y que brillara por sí sola, así que un día, empecé a investigar técnicas de decoración, tomé un curso corto e hice mi primera Virgen Milagrosa llena de flores y muchos colores. Lejos estaba de pensar que esa sería la primera de muchas virgencitas que vendería todos estos años…

La idea empezó a crecer y empecé a tener muchos pedidos, tantos, que ya no daba abasto así que busqué y empecé a construir un equipo maravilloso. Arranqué un negocio de la manera más improvisada y sin tener la más mínima idea de ventas, empaques, domicilios, proveedores, gastos, costos, ganancias…. y, sin darme cuenta, esta idea se convirtió en empresa con muchos empleados y muchas responsabilidades.

Y sí, me convertí en lo que esperaba de ese sueño, una empresa que facturaba muy bien y que crecía de manera impresionante cada año, pero… ¿Y el propósito? ¿Dónde había quedado ese deseo de peregrinación y sobre todo de infinito amor a la virgen? ¿Dónde estaba mi idea inicial de llevar a muchas casas la virgen, unir familias y construir comunidad? Pues bueno, ese propósito tan importante se me fue refundiendo entre los pagos, las deudas y los impuestos y dejé de encontrar ese gusto que tenía en un principio, cuando no vendía tanto, pero era mucho más feliz.

Entonces en enero de este año pasó lo que llevaba aplazando por un tiempo, debí salir de todo mi equipo, cerrar el taller físico y reorganizar el sueño, volver a como era en un principio, desde mi casa, cubriendo casi todos los frentes y saben qué, ha sido un ejercicio muy bonito de luchar contra el ego, de soltar y de entender que Dios me puso arriba para valorar estar “abajo” de nuevo y poder valorar cada mensaje de los clientes, cada pedido confirmado, cada foto que me mandan de sus altares, cada milagro que surge después de que la virgen entra a su nuevo hogar.

Aquí seguimos más firmes que nunca, con la camiseta y las ilusiones bien puestas, dispuestos a enfrentar las batallas con más calma y convencidos de que de la mano de Mamita María, comandante en jefe de este barco, vamos a llegar a donde ella quiera.

Mucho ánimo a todos los que me leen y tienen la ilusión de emprender, qué camino tan lindo y retador les espera.

Diana Sánchez